Erase una vez, un Herrero, tenía un pequeño Perro, que era el favorito de su amo, y claro, su compañero constante. Un día, mientras martilleaba sus metales, el Perro permanecía dormido. Cuando el Herrero fue por comida y empezó a comer, el Perro despertó, y se acerco a su Amo meneando su cola con gestos adorables para pedir su ración.
Un día, el Herrero fingió estar enojado, y se acercó al perro dormilón para tocarlo suavemente con su palo, dijo:
"Y tu pequeño holgazán, ¿que deberé hacer contigo?. Mientras yo martilleo en el yunque, tu duermes en la estera plácidamente; y cuando comienzo a comer después del arduo trabajo, despiertas y meneas tu cola pidiéndome alimento. ¿Acaso no sabes que el trabajo es la fuente de cada bendición, y sólo aquellos que trabajan, tienen derecho a comer?"
Moraleja
Quien no trabaja, no come.
Fábula: El Herrero y su Perro |