Una vez, un Asno, paseaba tranquilamente por el campo, hasta que notó que se le acercaba un feroz Lobo, y viendo la desventaja de no poder escapar de este, simuló estar cojo.
El Lobo, se acercó al Asno y le preguntó:
"Buen día amigo Asno, ¿por qué cojea? ¿que le paso?".
El Asno le respondió:
"Vera usted señor Lobo, salté un cerco, y se me clavó una espina en mi pezuña. Este dolor es muy cruel, y prefiero morir a que seguir soportando este intenso dolor. Señor Lobo, podría ser tan amable de quitarme esta espina, y a cambio de eso, devóreme cuando usted guste."
El Lobo, se acercó al Asno y le preguntó:
"Buen día amigo Asno, ¿por qué cojea? ¿que le paso?".
El Asno le respondió:
"Vera usted señor Lobo, salté un cerco, y se me clavó una espina en mi pezuña. Este dolor es muy cruel, y prefiero morir a que seguir soportando este intenso dolor. Señor Lobo, podría ser tan amable de quitarme esta espina, y a cambio de eso, devóreme cuando usted guste."
El Lobo, convencido por el "manso" Asno, se puso en posición para quitarle la espina de la pezuña. Al levantar la pata del Asno y examinarla, inmediatamente el Asno le dio una gran y fuerte patada, que se quedó sin un solo diente.
El Lobo malherido, dijo llorando su desventura:
"Bien merecido me lo tengo, porque siendo mi oficio carnicero, ¿cómo se me ocurrió hacer de curandero?"
Moraleja
No tiene juicio quien deja su oficio, por lo ajeno.