Una fresca mañana
en el florido campo,
un poeta buscaba
las delicias de mayo.
Al peso de las flores
se inclinaron los ramos,
como para ofrecerse
al huésped solitario.
Una Rosa lozana,
movida al aire blando,
le llama, y él se acerca,
la toma, y dice muy vanidoso:
"Quiero Rosa, que vayas,
no más que por un rato,
para que la hermosa Fani
te reciba en su mano.
¡Mas no, no, pobrecita;
que si vas a su lado
tendrás de su hermosura
unos celos amargos!
Tu suave fragancia,
tu color delicado,
el verdor de tus hojas
y tus brotes caros.
Entre estas florecillas
pueden ser alabados;
mas junto a Fani bella
es locura pensarlo.
¡Marchita, desanimada,
te irás deshojando
hasta parar tu vida
en un desnudo cabo!"
La Rosa que hasta entonces
no dijo palabra alguna,
dijo resentida:
"¡Poeta chabacano,
cuando a un héroe quieras
coronar con el lauro
del jardín de sus hechos,
has de cortar los ramos!
Por labrar su corona
no es justo que tus manos,
desnuden otras sienes
que la virtud y el mérito adornaron."
