El Leopardo y las Monas

No a pares, a docenas se encontraban
las Monas, cuando cazaba,
un Leopardo. Apenas lo veían,
a los árboles todas se subían,
quedando del contrario tan seguras,
que pudieran decir: "¡No están maduras!"

El Leopardo cazador, astuto se hace el muerto
tan vivamente, que parece cierto.
Hasta las viejas Monas,
alegres con el caso y juguetonas,
empiezan a saltar. La más osada
baja, se arrima al muerto de callada;
mira, huele y aun tienta,
y grita muy contenta:
"¡Vengan!, que está muerto de todo punto;
tanto, que empieza a oler a difunto!".

Bajan todas con bulla y algazara;
ya le tocan la cara,
ya le saltan encima;
aquella se le arrima,
y haciendo mimos, a su mano queda;
otra se finge muerta y lo remeda.
Mas luego que las siente fatigadas
de correr, de saltar y hacer monadas,
se levanta ligero
y, más que nunca fiero,
sorprende, atrapa y devora el Leopardo; de manera
que parece una gran fiera,
cubriendo con las muertas monas su campaña,
igual que el Cid, liquidando moros en España.

el leopardo y las monas

Moraleja
Es el peor enemigo el que aparenta,
no poder causar daño, porque intenta,
inspirando confianza,
asegurar su golpe de venganza.
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