Una vez, dos Gallos se disputaban el control total del corral en una épica pelea. Sólo aquel que pierda, tendría la vergüenza como premio y debía ocultarse del vencedor.
Cuando la batalla acabó y el perdedor se escondió, el victorioso Gallo subió rápidamente en lo más alto de un árbol y aleteando fuertemente sus alas, soltó su canto de victoria:
"Quiquiriquí… ¡Yo mando aquí!"
Atraída por el escandaloso canto del Gallo ganador, una Águila lo avistó, y sin mucha demora, se acercó a él y se lo llevó muy lejos para tranquila podérselo comer.
El Gallo perdedor, al saber todo lo sucedido, sacó la cabeza de su escondite. Luego se dijo:
"¿Será eso el precio de aquellos que presumen de sus triunfos?"
Así, el Gallo que perdió, se adueño de todo el corral y claro, de todas las gallinas.
Moraleja
El orgulloso perece,y el humilde permanece.