Hace mucho en una soleada mañana, un Asno comía tranquilamente una fresca hierba, hasta que de pronto, apareció por la pradera un Lobo de muy mal aspecto.
Tras analizar el Asno cómo poder escapar de aquel lugar sin dar sospechas al otro animal, decidió fingir que estaba cojo. Por otro lado el Lobo notando aun Asno "cojo", se puso muy contento por tener una presa tan fácil, así que de inmediato se acercó a él.
El Asno al tener frente a frente al Lobo, le dijo con alegría:
"Hoy es mi día de suerte. ¡Por fin encontré a alguien que me pueda ayudar!"
"Emm.... Así es.. ¿En que puedo ayudarte amigo Asno?" - Dijo el Lobo pícaro.
"Hace un momento me sentido un hincón en mi talón y no puedo llegar hasta ahí para poder quitarme la espina que me aqueja..." - Dijo el Asno con voz adolorida - "¿Sería tan amable de poder quitarme este malestar por mi amigo Lobo?"
El Lobo aceptó confiado de la desdicha del "débil" Asno, así que se acercó a su talón y le dijo con un sutil tono:
"Bien, levanta tu pata amigo Asno para poder ver bien aquella espina."
"Está bien, pero debes acercarte más..." - Replicó el Asno - "No creo que puedas ver bien de lejos."
El confiado Lobo muy obediente, hizo caso al pie de la letra hasta que de pronto, el Asno le dio una fuerte patada en su hocico dejando al Lobo tirado sin un solo diente y por supuesto, sin ninguna presa.
Moraleja
Jamás te fíes de las apariencias,
pues estas a menudo son engañosas.