El Ratón listo y el Águila avariciosa

Cierta vez, una Águila muy hambrienta recorría el cielo buscando algo para cazar en un día de calor insoportable, y debido a eso y sumado el hambre, no podía usar su gran astucia. Ella buscaba impaciente y molesta por el calor, y sólo deseaba encontrar algo con que llenarse el estómago lo más pronto posible e irse.

Tras una ardua búsqueda, pudo ver a lo lejos un pequeño Ratoncito que estaba dando vueltas inquietamente. Sin dudarlo, se lanzó hasta quedar frente a él y le dijo:

"Qué inquieto estas hoy pequeño, ¿has perdido algo?"

"¿P-perder algo?, n-no, no..." - Dijo asustado el pequeño ratón tratando de mantener la calma - "S-sólo trato de buscar algo de comida para mis pequeños hijitos."

"Oh, ya veo... Yo también ando en busca de comida y que dicha la mía, pues eres el bocadillo que andaba buscando." - Dijo el Águila con mirada hambrienta.


El Ratoncito pensaba en cómo librarse de aquel lío, ya que no era fuerte ni veloz como el Águila, así que usó su ingenio y dijo:

"Un momento por favor, no me coma. Perdóneme la vida y a cambio, le daré a mis ocho hijitos."


"¿Ocho?" - Dijo el Águila imaginándose y hacíendose agua la boca con los ratoncitos que de seguro estaban tiernos para su paladar.

"Si señor Águila. Ocho. Todos gorditos y tiernitos. Estoy seguro que agradará este trato en vez de sólo yo." - Dijo el pequeño ratoncito.

"Acepto tu oferta ratón, pero de inmediato me llevarás hacia tus crías." - Dijo el Águila con desesperación.

Así, el Ratón guió hasta su madriguera siendo vigilado minuciosamente por el Águila. Cuando llegaron, el orificio de entrada era tan pequeño que el Águila no podía meter su cabeza, así que el Ratón dijo:

el raton listo y el aguila avariciosa

"No va a poder entrar. Espéreme aquí por favor. Iré a traer a mis hijitos."

"De acuerdo. Pero date prisa." - Dijo el Águila ansioso y con mucha hambre.

Tras esto, pasaron minutos, luego horas, y la hambrienta Águila sólo apresuraba desde afuera al ratón pero no tenía respuesta alguna. Ya muy desesperada, el Águila asomó uno de sus ojos al interior de dicho orificio y pudo ver una enorme red de túneles, pero ninguna familia de pequeños ratones.

De esta manera, el astuto Ratoncito logró burlar y aprovechó en escapar con su familia de la avariciosa Águila que se decía:

"¡Qué tonta he sido!, debí devorar al ratón cuando pude!. Eso me pasar por ser avariciosa."

Tras esto, el Águila se fue volando muy molesta.

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